En la 1° parte se hizo mención a los síntomas claves que tienen
relación a ambos tipos de ACV, además de las medidas inmediatas a tomar, en
esta segunda y tercera entrega profundizare sobre ambos ACV, isquémico y hemorrágico.
ACV: ISQUEMICO
Cuando nos referimos a isquémico, hablamos de privación de
oxigeno, y en el caso de ACV esto es provocado por un coagulo. Es decir, cuando
se forma un coagulo, este se moviliza con la circulación sanguínea, pudiendo ir
a cualquier región del cuerpo. Sin embargo si es lo suficientemente grande y además,
se moviliza hasta las arterias del cerebro, esto provoca que el coagulo
obstruyan la circulación en dicha arteria. Al disminuir el flujo de sangre, se
disminuye el aporte de oxigeno, nutrientes como glucosa, y otros elementos que
son fundamentales. Teniendo en cuanta que las distintas zonas del cerebro (en
especial las neuronas que lo conforman), necesitan de estos nutrientes, sin
ellos comienzan a dañarse, generando el ACV.
Múltiples factores desencadenantes:
·
Hipertensión arterial
·
Aterosclerosis
·
Consumo de tabaco
·
Hipercolesterolemia
·
Enfermedades tromboticas previas
·
Antecedente de problemas cardiovasculares
“Los factores mencionados actúan como factores de riesgo, es
decir que no son determinantes, pero si aumentan el riesgo de padecerlo”
Aunque la forma de progresión del daño de un ACV, dependerá de
varios factores, por ejemplo la naturaleza o composición del coagulo, Un ACV isquémico
en general, es de mejor pronostico, ya que la resolución inmediata se centra en la disgregación
del coagulo para que se restablezca la circulación perdida. Sin embargo, no
podemos dejar de considerar que la resolución de la situación, y de la
posterior recuperación del paciente tienen sus fundamentos en múltiples condiciones,
entre ellas la rapidez con la que se lo asista.
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